Muerte real
no tardes, muerte, que muero...
¿Cómo murió Jorge Manrique? No es rigurosa la
afirmación que puede leerse en muchos libros de texto, de que el
poeta murió en el asalto al castillo de Garci Muñoz. En
realidad se trató de una escaramuza que tuvo lugar en las
cercanías del castillo, y en ningún caso hubo siquiera
intención de asalto.
Eran los últimos estertores de una guerra civil que
terminaría unas semanas después. Aquella última
campaña en el marquesado de Villena está bastante documentada.
Tampoco faltan las versiones sobre el combate en el que fue mortalmente
herido Jorge Manrique y sobre su fallecimiento. Los cronistas
contemporáneos Alonso de Palencia y Hernando del Pulgar se ocuparon
del suceso.
Por otra parte, en el memorial que Pedro de Baeza, capitán del
marqués de Villena, escribió a éste en la vejez,
solicitando con dignidad el pago de sus servicios, podemos leer el
testimonio de puño y letra del contrincante de Jorge Manrique en
aquel combate.
También el cronista Jerónimo Zurita, cuya primera
edición de los Anales ve la luz en 1562, se ocupa del
asunto, rectifica en detalle las relaciones existentes y lo documenta
nuevamente.
Por último, el relato más pródigo en datos de que
disponemos se encuentra en las Relaciones de los pueblos de
España de Felipe II. En las contestaciones que se refieren a
Castillo de Garci Muñoz y a Santa María del Campo Rus, sus vecinos
hacen el relato del suceso, transmitido de padres a hijos a lo largo de
cuatro generaciones, con gran número de detalles.
Testimonio de Pedro de Baeza
«y a la postre la noche que V.S. sabe que peleé con
D. Jorge, como vuestro capitán, él salió herido de
una herida de que murió, é yo saqué otras de un
encuentro por la boca en que me derrocaron algunas muelas, é me
pasaron la quixada, é fue tan peligrosa la herida que vuestro
ciruxano aquella misma noche me dixo que me confesase y ordenase mi alma, y
otro día, estando herido de esta manera salí al campo a
cogerle [coger, ocupar el campo], y lo hice ansí, y sobre cogelle,
torné otra vez a pelear».
Pedro de Baeza [1853:504]
Crónica de Hernando del Pulgar
«Ansimesmo en el Marquesado donde estaban por capitanes contra el
Marqués, D. Jorge Manrique é Pero Ruiz de Alarcón peleaban
los más días con el marqués de Villena é con su gente;
é había entre ellos algunos recuentros, en uno de los quales, el
capitán don Jorge Manrique se metió con tanta osadía entre los
enemigos, que por no ser visto de los suyos, para que fuera socorrido, le
firieron de muchos golpes, é murió peleando cerca de las puertas del
castillo de Garci Muñoz, donde acaeció aquella pelea, en la qual
murieron algunos escuderos é peones de la una é de la otra
parte».
Hernando del Pulgar [1986:339]
Crónica de Alonso de Palencia
«Alonso de Palencia, que estudia más ampliamente la guerra y
las negociaciones con el marqués de Villena, expone los siguientes
datos significativos: El encuentro fue provocado por haber sido arrebatadas
unas presas a campesinos protegidos por D. Jorge, que salió al
campo para recuperarlas; el propio marqués de Villena intervino en el
combate; D. Jorge venció, pero, herido, murió el mismo
día».
Antonio Serrano de Haro
[1975:420],
citando datos expuestos por Alonso de Palencia [1970:114]
Crónica de Jerónimo Zurita
«y otra vez Pedro de Baeza tornó a pelear, siendo
capitán de las gentes del Marqués, con D. Jorge, y
salió D. Jorge herido de una herida de que murió, y
murieron algunos de ambas partes».
Jerónimo Zurita [ 1610:303]
Contestaciones en la Relación de los pueblos de
España
«En estos lugares [Castillo de Garci Muñoz y Santa María del
Campo Rus] sí que constituyó el hecho luctuoso un
acontecimiento de primera magnitud. Las contestaciones se preparan en el
Castillo de Garci Muñoz a los 100 años de la muerte de D. Jorge.
El escribano ante quien se pasaron los autos firma el acta de la
sesión el 16 de marzo de 1579».
Antonio Serrano de Haro
[1975:413]
De la declaración de los vecinos de Castillo de Garci
Muñoz:
«el dicho don Jorge Manrique salió a correr la tierra de esta villa de partes de tarde
y llevando recogidos muchos ganados e bestiaje e presos, vino hasta esta villa cerca de ella a un tiro de arcabuz,
donde agora llaman camino de la Nava, aldea de esta villa, hacia la parte del mediodía;
y allí entre ciertas viñas e matas, habiéndole hecho una emboscada los de esta villa e tierra,
trabaron una escaramuza que duró hasta la noche, é allí fue herido D. Jorge Manrique, el general,
de una lanzada que le dieron por los riñones al tiempo que yéndose a abaxar por un ribazo abaxo se inclinó,
e por la junturas que hacen las corazas entre el arzón trasero de la silla quedó descubierta aquella parte,
é por allí fue mal herido, de la cual herida desde a pocos
días murió en la villa de Santa María del
Campo.
»Quién lo hubiera herido no se sabe, mas de lo que unos
dicen fueron de la gente del Marqués, y otros dicen que de los suyos,
que como era ya de noche no se pudo entender».
[Relación de los pueblos
de la diócesis de Cuenca, págs. 299-300]
De la declaración de los vecinos de Santa María del Campo
Rus:
«en esta villa hay una casa al presente donde es cosa cierta,
pública y notoria que murió D. Jorge, capitán
general de los Reyes Católicos, cuando se trataba guerra entre su
Majestad y el Maestre D. Juan Pacheco, marqués que dicen de
Villena».
[Relación de los pueblos
de la diócesis de Cuenca, pág. 237]
Cabe señalar el error de considerar general o capitán
general a Jorge Manrique, cuando en realidad era tan sólo
capitán. Error que, en opinión de Serrano de Haro [1975:413], «nace de
este mismo afán por magnificar algo que creían situaba aquel
pobre rincón castellano en la primera línea de las
efemérides nacionales»
Por otra parte, «También salta a la vista la
confusión entre el primer marqués de Villena, D. Juan
Pacheco, y el segundo, D. Diego, que fue el que se rebeló contra
los Reyes Católicos. La mayor personalidad y fama del padre,
D. Juan, sorbió la de su hijo en la memoria de las gentes
campesinas». [Serrano de Haro, 1975:423].
Reconstrucción de Antonio Serrano de Haro
«Don Jorge, que muy gustosamente hostilizaba el Castillo de
Garci Muñoz, pasa cerca de él con su caravana de presas
-arrebatadas o recuperadas-, yendo ya la tarde de caída. Cuenta
llegar a primeras horas de la noche al campamento. En gesto de
desafío pasa cerca del Castillo exhibiendo su botín. Pedro de
Baeza lanza unos hombres, que entretienen a la mesnada de D. Jorge, y
se presenta luego con el grueso de su fuerza. Es ya el atardecer. Lo
prudente hubiera sido retirarse porque, además, la tropa real, con su
reata de prisioneros y ganado, está embarazada para la lucha. Pero
D. Jorge no vacila en trabar combate. Ni puede volver la espalda al
riesgo, ni menos tratándose de Pedro de Baeza, que lo ha derrotado en
otras ocasiones y que no se ha intimidado por la fanfarronada del
capitán de la reina. Ninguno de los dos entiende que esto no sea una
lucha de sangre, sino de dialéctica. Aquel momento lo van a decidir
de hombre a hombre. El combate es feroz, concentrado en torno a los dos
capitanes porque las sombras impiden un amplio frente. Así fue
cómo en la confusión y la noche resultaron gravemente heridos
ambos. Atenderlos y ponerlos a salvo debió ir apaciguando el combate,
que quedó indeciso, sin más vencedor que la muerte. Era por
los últimos días de abril. En la oscuridad quedarían
algún tiempo los gritos de un herido, las voces de los hombres que se
llamaban para reagruparse. Sus soldados cogerían a D. Jorge y
emprenderían el camino de regreso, las dos leguas que dista Santa
María del Campo. (...)
»El cortejo llegaría a Santa María del Campo en plena
noche. Soldados, labriegos armados. Ruiz de Alarcón se haría
cargo del herido. Seis años después, caería también
él peleando contra los moros de Coín. Instalarían a
Jorge Manrique en una casa principal. Vendría el cura. El pueblo
estaría despierto. A otro día de mañana, según
cuentan las Relaciones del Castillo de Garci Muñoz, el marqués
de Villena, en su ambiguo papel de involuntario enemigo, envió un
caballero de su casa a expresar su sentimiento por lo acaecido. También
envió a dos cirujanos, Maese Rodrigo y Maese Lorencio, para que
lo curasen. ¿Qué emplastos usarían? ¿Cómo
dictaminarían el caso? Seguramente terminarían por coger
sus instrumentos y mover negativamente la cabeza. Las mujeres de esquina
en esquina comentarían y se compadecerían. Los niños
formarían corro frente a la morada del capitán moribundo.
El pueblo se hinchaba desmesurado por la exageración. Era un pueblo
importante. Allí también morían los capitanes de los
reyes.
»Triste pueblo para salir a la guerra. A ras de suelo. Sin
castillo. Hoy tiene a la entrada una alameda de altos árboles y una
ermita. Los despojos de las rosas de azafrán pintan de azul algunos
ribazos en otoño. Por allí anduvo, meditó sobre las
miserias de la vida, padeció derrota y soñó con el
triunfo Jorge Manrique. Ahora le tocaba morir allí, lejos de su
encomienda y de Toledo, lejos de sus familiares y de los reyes. (...)
»Pocos días, si algunos, hubieron de transcurrir entre la
tremenda herida y la muerte. En aquel tiempo y por aquel motivo la guerra se
recrudeció. Pedro de Baeza nos dice que volvió a pelear y las
Relaciones de los Pueblos y los romances populares se ensombrecen con el
recuerdo de los rehenes ahorcados por uno y otro bando (...)
»Al cabo de unas horas o de muy breves días D. Jorge
muere. Se aleja y sentirá que todo se aleja. ¿Personas o
sombras? ¿Anochecer o alba? Los niños en la plaza de Santa
María del Campo se han callado. Y esa ola silenciosa de la muerte se
apodera de él y en él se detiene. Personalidad y destino se
han fundido ya en la tierra de aquel cadáver. Era el 24 de abril de
1479».
Antonio Serrano de Haro
[1975:422-426]
El 2 de junio de 1479, los Reyes, que se encuentran en Trujillo, nombran
para suceder a Jorge Manrique como capitán de la hermandad a Diego
López de Ayala, en tanto que Rodrigo de Castañeda, en nombre
del marqués de Villena, realiza negociaciones de paz.